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Apéndice 11

La inundación del valle del río Colorado; Capítulo 3 del libro de Arturo Coleman.

Por razones de calidad y del gran tamaño del archivo las ilustraciones y sus títulos han sido omitidos.

CAPITULO III

AL VACIARSE UN LAGO CORDILLERANO, PROVOCA UNA GRAN INUNDACIÓN

 

Al referirme, en otro capítulo, al Ferro Carril de Bahía Blanca al Neuquén, explico el régimen que domina las crecientes de los ríos cordilleranos, en especial del Limay y del Neuquén, que forman luego, juntos, el caudaloso Río Negro, y de como la formación del Lago Pellegrini, en la Cuenca de Vidal, sirvió de regulador de las crecientes, evitando, en gran parte las periódicas inundaciones del valle.

El otro gran río que cruza la citada línea férrea, el Colorado, no ha sido hasta ahora regulado en su caudal, y sus avenidas no han alcanzado la importancia de las correspondientes al Río Negro, y solo de tarde en tarde han provocado inundaciones de resultados desastrosos. En una de ellas, quizás la de mayor magnitud, me tocó actuar en forma personal en el año 1914, la que paso a describir por las extrañas causas que la motivaron.

El domingo 29 de diciembre del citado año 1914, recibí un telegrama del señor Gobernador del Neuquén, solicitándome facilidades para pasar su automóvil por el puente del ferrocarril sobre el río Neuquén, agregando además, que le había llegado el aviso de que el río Colorado bajaba muy crecido. Pocas horas más tarde, llegó otro despacho, esta vez del señor Gobernador del Río Negro, pidiendo la cooperación inmediata del Ferro Carril Sud, para socorrer a la población de la localidad de Río Colorado, confirmando que se esperaba una furiosa avalancha, pero sin suministrar, tampoco, detalles sobre la veracidad o procedencia del rumor.

A fin de ganar tiempo, y prefiriendo, como era mi costumbre, pecar por precavido antes que lamentarme por indolente, dispuse lo necesario para correr un tren de auxilio, compuesto por veinte vagones dobles, cubiertos, y dos abiertos, en los que se cargaron, como medida de precaución, cuatro botes a remo. Salimos de Bahía Blanca el mismo día a las dos de la tarde, con destino a la estación Río Colorado. [fin de página 241]

Al pasar por Buena Parada, una pequeña villa de unos doscientos pobladores, situada a tres kilómetros de la estación Río Colorado, y ubicada cerca del puente metálico que atraviesa el río, hice detener el tren, invitándose a la gente a subir a los vagones. La policía se vió precisada en ciertos casos de resistencia, a actuar enérgicamente y sin contemplaciones. Muchos antiguos vecinos, conocedores del paraje y del régimen de crecientes del Colorado, ridiculizaban la idea, que les parecía fantástica de que el río pudiera desbordarse en el lugar y poner vidas y haciendas en peligro. No recordaban que jamás hubiera subido tanto el nivel del río, como para constituir para ellos una amenaza. Sin embargo por la convicción o por la fuerza, logramos que subieran a los vagones todos los pobladores, llevando parte de sus efectos personales. Proseguimos la marcha hacia el lugar más alto de la estación Río Colorado, donde quedaron los vagones con la gente. Eran aproximadamente las nueve de la noche.

El tren de horario, que debía seguir para su destino, Neuquén, había quedado detenido en Río Colorado, desde unas horas antes, porque no se había podido obtener información telegráfica ni telefónica de las estaciones Juan de Garay, Pichi Mahuida y Fortín Uno, donde la vía corre casi paralela al curso del río.

Desde la noche anterior, el río crecía muy lentamente, sin que se abrigaran sospechas de verdadero peligro, pero como a las diez de la noche del domingo, el jefe de la estación Pichi Mahuida, avisó telegráficamente que se encontraba en la oficina con el agua a la cintura y que hacía abandono de la estación. Ya era tiempo que lo hiciera, para ponerse a salvo, después de permanecer en su puesto, hasta el último momento, como corresponde a un ferroviario consciente de su responsabilidad. [fin de página 242]

Prudentemente, yo había ordenado al tren de pasajeros que se encontraba detenido en Río Colorado, que retrocediera hasta la estación Gaviotas, para mayor seguridad, alejándose así del río, sin atender a las airadas protestas de los pasajeros, que se oponían a tal determinación.

A las cuatro y media de la mañana siguiente, lunes, proseguimos viaje con tres coches oficiales y un vagón conduciendo dos botes de los cargados en Bahía Blanca, dejando los otros en Río Colorado, los que tuvieron oportunidad de prestar valiosos, servicios de salvataje. [fin de página 243]

Luego de recorrer unos 25 kilómetros, divisamos en el horizonte una especie de miraje, que resultó ser, como lo temíamos, agua. Continuando el viaje por un corto trecho, llegamos a la orilla misma de la inundación. Entonces dispuse que se retrocediera lentamente cerca de un kilómetro, y por último decidí regresar a Río Colorado, para esperar los acontecimientos que se avecinaban.

Al retroceder unos tres kilómetros, comprobamos que la parte baja de la línea férrea tras de nosotros, se hallaba invadida por el creciente, y al intentar reiniciar la retirada, ya completamente rodeados por el agua, [fin de página 244] constatamos que el terraplén se había aflojado y el tren se inclinó hacia un costado. No pudiendo avanzar ni retroceder, resolví sin perdida de tiempo, adoptar las medidas necesarias para nuestra seguridad.

 

Navegando en bote sobre los alambrados.

Se prepararon los dos botes y cargamos en ellos cuantos elementos nos fué dable acomodar, medida muy oportunamente tomada, porque media hora más tarde, el agua llegaba a las ventanillas del primer coche, que había quedado en la vía en posición casi normal.

Desatamos las lanchas y empezamos a "navegar", cruzando como a un metro por encima del alambrado de la vía, dirigiéndonos hacia una porción [fin de página 245] de terreno alto, especie de lomada, distante algo más de dos kilómetros. Nuestro grupo "náufrago', estaba constituido por trece personas, incluyendo el maquinista, el foguista, el guarda tren y el guarda freno.

Lo que más llamaba nuestra atención mientras remábamos; en los botes, era la enorme cantidad de animales : caballos, vacas, cabras, ovejas, avestruces, y demás, que luchaban contra la muerte, al ser arrastrados por la corriente. También el pequeño mundo viviente estaba representado sobre la superficie bullente por miles de serpientes, tarántulas, arañas monstruosas, ratones, cuises e infinidad de insectos, que daban a las aguas un aspecto curioso, al saltar y moverse buscando su salvación en algún paraje seco. El agua aparecía fuertemente barrosa y de un subido color chocolate.

Cerca de las nueve, nos pareció, que el nivel de las aguas se mantenía estacionario, y entonces atracamos y desembarcamos en la alta planicie. Utilizando los remos coma pilares y las frazadas, de que estábamos bien provistos, como lonas, levantamos una amplia carpa, en la mejor forma que supimos, la que nos sirvió de morada, no diré cómoda, pero sí eficiente, durante la semana que permanecimos completamente aislados, sin que nos fuera dable, por medio alguno, informar sobre nuestro paradero.

Durante el obligado aislamiento, fueron despachadas por el ferrocarril distintas comisiones en nuestra búsqueda, pero no pudieron aproximarse a donde estábamos. Cuando las aguas descendieron, tampoco pudimos obtener ayuda inmediata por el lado este, a causa de los 20 o 30 centímetros de barro grueso, colorado, que dejaron las aguas; del lado oeste, estábamos cercados por espesos matorrales espinosos, del monte natural. A pesar de [fin de páginas 246 y 247] todo, no estábamos intranquilos ni hambrientos, porque después de explorar el campo, descubrimos en una hondonada una majada de ovejas, a unos cinco kilómetros de nuestro improvisado campamento, y en consecuencia, dispusimos de abundante provisión de carne. Es lógico pensar que muy poco nos preocupaba la señal de los animales y el nombre de su dueño, en aquellas especiales circunstancias.

 

La inundación en el pueblo de Río Colorado.

Ya de regreso a Río Colorado, luego de nuestro forzado veraneo en medio del monte, supe que de no haber obligado a los habitantes de Buena Parada a refugiarse en los vagones, todos hubieran perecido arrastrados por la incontenible correntada. En los siete días que permanecieron en la estación, vivieron encaramados en los techos de los vagones, del galpón de locomotoras y del edificio de la estación. Los vecinos de la población, a su vez, tuvieron que guarecerse en los techos de las casas construidas de ladrillo cocido, puesto que las de adobe y otros materiales endebles, se derrumbaban al empuje de las aguas.

Los botes, que tan previsoramente había dejado en Río Colorado, prestaron importantes servicios, trasladando a mucha gente en peligro a lugar seguro. Las aguas alcanzaron hasta la parte superior de la caldera de la locomotora de nuestro tren, el cual durante treinta días no pudo ser movido, a causa de los daños por la vía y el tiempo que debió, transcurrir para que quedara seco el terreno.

Para darse una ligera idea de la altura a que subieron las aguas, basta decir que el carnicero de la estancia del señor Duhau, llegó a nuestro campamento a caballo, nadando éste por sobre los hilos de la línea telegráfica del ferrocarril. El personal de la misma estancia, condujo un carro hasta una loma próxima, con diez personas, mujeres y niños, los que permanecieron sobre el vehículo desde la mañana del lunes, día y noche, sin alimentos casi, hasta la tarde del viernes, sufriendo los rigores del sol de enero, en lleno verano. [fin de página 248]

El servicio regular de trenes por la vía Neuquén, quedó paralizado durante algo más de un mes, más allá de la estación Río Colorado.

Debido a las precauciones tomadas y a pesar de la terrible avenida, la perdida de vidas no fué tan alta como se hubiera podido esperar. Sin embargo, una pequeña población denominada 25 de Mayo, establecida sobre las barrancas del río Colorado, fué barrida totalmente por las aguas, ahogándose muchos de sus pobladores.

 

La causa del desbordamiento.

La causa determinante de la imprevista y súbita inundación, fué debida a un fenómeno geológico muy pocas veces observado en el curso de los ríos que desembocan en el Atlántico, al sur de Bahía Blanca.

Próximo al nacimiento del río Colorado, en la Cordillera de los Andes, a unos 480 kilómetros de la vía férrea, corre el río Barranco, tributario del Colorado. El Lago Carri Lauquén, estaba situado en el propio cursa del río Barranco. Esta cuenca, que desapareció bruscamente, tenía unos treinta y dos kilómetros de largo, con un ancho que variaba entre los tres y los doce kilómetros. Se había formado, cientos de años atrás, a causa de que la salida del encajonado valle, por el cual discurre el río Barranco, fué bloqueada por una erupción volcánica que obstruyó parcialmente el paso, con [fin de página 249] enormes rocas, dejando un reducido boquete par donde se desaguaba el lago.

Con tan estrecha salida, el lago Carri Lauquén, actuaba como regularizador natural del río Barranco, pues por más agua que penetrara en el, la cantidad que salía era siempre la misma, debido a la compuerta rocosa.

El lago Carri Lauquén, tenía capacidad para almacenar toda el agua que pudiera volcarle su cuenca, ya sea por derretimiento de la nieve de los Andes o por las intensas lluvias, sin que se desbordara ni colmara, protegido por las altas montañas que le flanqueaban. El 27 ó el 28 de diciembre de 1914, el recipiente andino se encontraba muy lleno y la extraordinaria presión del líquido o quizá algún movimiento sísmico, derrumbó el tapón que obstruía el boquete, disgregándolo y arrastrando las rocas volcánicas que cerraban el paso, vaciándose rápidamente el lago, con los resultados parcialmente referidos.

Pudo constatarse, posteriormente, durante una inspección realizada por el ingeniero del Ferro Carril Sud, señor Blencowe, que el barro depositado en las paredes del lago, indicaba que la profundidad del mismo, en su centro, cuando reventó, era de 110 metros y en las orillas de 85.

El volumen del agua que súbitamente volcó el lago sobre el río Barranco y este a su vez la descargó en el Colorado, se consideró no inferior a dos mil ochocientos millones de toneladas o metros cúbicos, cantidad de líquido que explica la inundación inesperada y el por que los vecinos de Buena Parada no hubieran podido salvarse, de no abandonar, a justo tiempo, sus viviendas.

Con la supresión del lago Carri Lauquen, desapareció el principal factor que eliminaba los peligros de inundación del río Colorado, por lo que grandes deshielos o intensas lluvias en la Cordillera de los Andes, en la cuenca propia, pueden ahora provocar crecidas del río Colorado y hasta desbordamientos.

[fin de página 250]

 

18-11-10

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Apéndices

1 Detalles de la ruta

2 Lista de locos

3 Mapa del riego

4 Rögind capítulo 25

5 Rögind capítulo 30

6 Rögind capítulo 49

7 Rögind capítulo 55

8 Rögind capítulo 56A

9 Rögind capítulo 56B

10 Coleman capítulo 2

10A Coleman capítulo 2A

11 Coleman capítulo 3

12 Coleman capítulo 5

13 Mapa del red del FC Sud •

14 Horario de 1955

15 Fotos actual

16 FCS rules relating to Neuquén line

17 Dibujos de wagones

18 Articulos en la Prensa

19 Decretos Línea Potasio

20 Itinerario Frutero

21 Decretos Trasandinos

22 Enganches Automáticos

23 Especificación Coche Motor

24 Convenio del Trasanadino Sur

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