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Capítulo 6

Dos ferrocarriles en la Isla Grande de Chiloé

Guía al sitio

FERROCARRILES
FERROCARRILES EN EL CONO SUR

Páginas fundamentales

Introducción

Construcción

Locomotoras •

Material rodante

Operación

A lo largo de la traza

Página de fotos

Reliquias sobrevivientes

Destilatorio de Quellón

Otros ramales de trocha 60cm

El ramal a Capitán Pastene

El ramal a Las Termas

El ramal a Colbún

El FC Militar

Apéndices

1 Detalles de la ruta

2 Mapa y perfil

3 Máquinas chilenas de trocha 60cm

4 Esquemas de las máquinas

5 Memorias antes la construcción

6 Memorias de los años de la construcción

7 Memorias de los años más tarde

8 Adquisición del material rodante

9 Mapa Linares a Colbún

10 Mapa Capitán Pastene

11 Mas fotos Cap Pastene

12 Mas fotos Chillán

13 Mapa del FC Militar

14 Reliquias del FCM

15 Mas fotos del FCM

16 Recuerdos del FC de Chiloé

Apéndice 16

Recuerdos de un jubilado por Juan Galvez R. – Un viaje en el tren chilote de Ancud a Castro

Haciendo uso de una 'conquista social', solicité un pase libre entre Alameda y el puerto de Castro, en la Isla Grande de Chiloé, vale decir, hasta la parte más austral de nuestro sistema ferrocarrilero.

Trataré de dar a conocer al benévolo lector, el liliputiense ferrocarril que une a los puertos de Ancud y Castro, en la muy hermosa Isla Grande de Chiloé.

Después de una obligada estada de dos días en Ancud, en el que se co-ordinan la llegada del vapor, el hotel y la salida del trencito, encaminé, por último, mis pasos en unión de mi mujer, hacia la pequeña estación, donde ya estaba listo el convoy de juguetería…

La estación es una constru cción 'sin pretensiones'; una oficinita para su Jefe, que a la vez desempeña las funciones de boletero, guardaequipajes, jefe de bodega y cajero. Como son tantas sus ocupaciones, no tiene donde sentarse. El mobiliario es nulo, y lo poco que hay es de su propiedad. Estoy por creer que esta es la estación más fransiscana de Chile.

Sin embargo, tiene la pretensión de ostentar una pequeña maestranza, que construye coches de pasajeros de clase única, pues, actualmente, no tiene más que una clase: la tercera. Es el tren más democrático del mundo, aunque en anhelo del Presidente de la República es que exista una clase para la gente adinerada y otra para el hombre medio que no pueda pagar pasajes de 1a clase.

No hay coches para la gente 'high' en Chiloé. El tren se compone de una pequeño: las gentes, los trenes, los equinos;microscópica locomotora; todo en Chiloé es en cambio, las cuentas en los hoteles ser kilométricas.

A poco de estar instalado en el 'pullman' de 3a, el tren parte; un ronco pitazo digno de una 'Mikado' así lo anuncia, y el convoy de juguete se pone en movimiento, con gran ruido de ferretería.

Al salir de la estación, el convoy asciende cosa de un kilómetro, para descender luego frente a la desembocadura del río Pudeto. Desde sus ventanillas se ve un hermoso puente de concreto armado, construido por Obras Públicas. Hace once años ese puente no existía…

El tren sigue bordeando el río Pudeto por un lado; por el otro, grandes bosques de araucarias. Se divisa un gran aserradero, ubicado cerca de la desembocadura del río en el Océano Pacífico. Ahora, helechos enormes, que sermejan árboles, de porte no visto en las ciudades norteñas, adornan las orillas de la vía.

Rebaños de incontables ovejas pacen tranquilamente en los islotes y brazos del Pudeto; gallardos y hermosos cisnes rosados nadan apaciblemente en las mansas aguas de este anchuroso río, que sólo se pone turbulento al entrar al Pacífico.

Veinte minutos de viaje, y entramos a la estación 'Pupelde'. Un instante de estada y el tren parte a la voz sonora de la señora Jefe de Estación, la que por toda 'vía libre', le dice al Conductor:

– ¡Váyase, pues…!

Pasamos un puente de unos 100 metros de largo. Interrogo a un vecino por el nombre, el que me contesta: "mai-mai, peñi…". Me rasco la cab eza, no acertando a traducir lo que 'mi antepasado' me dijo, pero un 'boche' muy rubio y colorado me informa que el puente se llama San Antonio, y lo que el indio me decía significaba "Buenos días, salud…".

Seguimos avanzando: atravesamos un espléndido bosque de muermos y alerces de inmensa altura. Los muermos en plena florescencia parecen almendros floridos. Cerca de las 10AM llegamos a 'Coquiao', paradero sin jefe, en donde sube al tren una rolliza y hermosa germana, que es la Administradora de Correos. Una vez que ella se baja, el tren se pone en movimiento. Siguen los tupidos bosques de muermos, cuyas copas floridas dan la impresión de que huyeran de los quilares, arbustos que los persiguen hasta más de treinta metros de altura. Manchas de canelos, el árbol sagrado indígena, se dejan ver, de trecho entrecho, a lo largo de la vía. Dando vueltas a un pequeño promontorio, se divisa la estación de 'Puntra', adonde llegamos a las 11AM, hora en que se almuerza.

La Hostería de 'Puntra' es un pequeño chalet alemán, en donde fuimos atendidos por una agraciada 'freulein' de cabellos de oro viejo, ojos de cielo y mejillas del color de las manzanas de la región (perdóneme el lector este entusiasmo). Pasando a algo más material, nos devoramos tres suculentos platos 'chilote-alemanes', bastante mantequilla, una buena taza de té; la adición por dos personas, $150,00 del país. En ninguna parte del mundo (y que se deje constancia que he alcanzado hasta el Atlántico norte) he almorzado mayor y más económicamente que en 'Puntra', lugarejo delicioso, situado en medio de enormes bosques de olmos y avellanos, árboles que semejan estar ardiendo por sus rojos y sabrosos frutos.

Continuamos nuestro viaje y llegamos a la estación de 'Putalcura'; nombre que la Dirección de Ferrocarriles hubo de modificar, pues la gente diablona, amiga de los 'calembures', hacía chistes. Hoy día se llama 'Butalcura'. La estación está situada al lado poniente de un puente de madera, algo ruinoso. Se está construyendo otro de cemento. En esta estación el minúsculo trencito 'hace agua'.

Saliendo de Butalcura, se observa un profundo barranco de unos 200 metros. Un torrente de espumosas y negruzcas aguas corre por su lecho. Grandes árboles emergen desde el fondo y sus copas llegan a la altura en que se desliza el diminuto tren.

A la una de la tarde llegamos a una estación de nombre no muy decente: 'Mocopulli'. Aqui hay un Jefe de Estación y mucha correspondencia chilena, sin embargo, las valijas son españolas, pues una inscripción dice España. Media hora más tarde, arribamos a 'Piruquina', estación en que se ubica el bien tenido fundo del señor Arturo Yungue, gran señor isleño, que ha cedido recientemente una extensión de terrenos a la 'LAN' para que construya un aeródromo. Esta hacienda produce enormes cantidades de trigo y maderas y mantiene una fantástica ovejería. Alcanza a unas 1.500 hectáreas… Después de atravesar grandes valles y hondonadas, se divisa a lo lejos una lonja de mar.

Vamos descendiendo en el diminuto tren en dirección al puerto de Castro, término de nuestro viaje. Ha sido tal de variedad y hermosura del paisaje que al viajero le es dado contemplar en el trayecto, que ahora comprendemos el porqué se le denomina la Suiza chilena.

Al aproximarnos a Castro, se divisa desde la línea una fábrica de cal de conchas, llamado 'El Rejar', cuyos productos sirven para abonar tierras. Seguimos orillando el mar, dejando a un lado cerros de composición arcillosa. Estos cerros obstruyen constantemente la vía, pues las continuas lluvias reblandecen la tierra, precipitándola sobre ella. Fama es que en Chiloé llueve 13 meses en al año.

Antes de entrar el tren a la estación, y muy cercana a ella, se encuentra el trágico sitio en que sucumbió el recordado parlamentario Guillermo Eyzaguirre Rousse. Una placa rememora el luctuoso suceso, que en su época conmoviera fuertemente al país.

Son las dos de la tarde cuando el convoy se detiene en la estación más austral que tiene los ferrocarriles chilenos: Castro. Estación de término de ferrocarril, cabecera de departamento y puerto de importancia, ya que en él recalan vapores de gran tonelaje.

El Jefe de Estación de Castro, al igual que el de Ancud, además del empleo de su título, es guardaequipajes, bodegero, movilizador de trenes y boletero; cabe decir, ocupa todos los cargos de un empleado a 'contrata'. Su jornada comienza a las 5 de la mañana, en forma continuada hasta las 9 de la noche. Su oficina si tal pudiera llamarse, es un cuartito muy modesto y por supuesto que los asientos brillan por su ausencia. La Bodega de Carga es pequeñita y no abastece, ni con mucho, las necesidades del comercio 'Castreño', hasta donde llegan las carretas chanchas' con su infernal sonajera de ruedas.

Pocos ferrocarriles como éste nos permiten admirar más detenidamente estas maravillosas regiones en toda su exuberante esplendidez. Llaman la atenc ión del viajero, los bosques tan erguidos, desmintiendo el adagio popular que reza: 'Arbolito que crece, necesita de puntal'. Aquí todos los árboles son derechos. Crecen así: 'Por la razón o la fuerza'. Los roces, que aún no están prohibidos, dejan grandes extensiones de bosques quemados, que son aprovechadas para campos de cultivos: trigo, cebada, papas; las famosas papas 'corahilas'. o las llamadas de los 'canales', son de estas regiones. Los bosques semajan un inmenso campo de batallo unos, otros, cementerios de enormes y ennegrecidas cruces, y cuando atardece adquieren las más fantásticas formas.

Muy tarde, volvimos a Ancud, altamente complacidos de haber visto y admirado la exuberante flora isleña, que me permitió conocer el diminuto ferrocarril que une las dos ciudades más importantes de la famosa Isla Grande de Chiloé.

J. G. R.

En Viaje, 1953, FFCC del Estado

 

23-2-2018

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